COLUMNISTA: Pelu Crespins, divulgador de historia y crítico musical
Hasta la pandemia que tan duramente ha golpeado nuestro estilo de vida occidental tan material, el gimnasio era un fuerte pilar sobre el que se asentaba nuestra cultura moderna; el gimnasio representaba y representa lo que vienen a ser nuestros valores estándar del siglo XXI. Aquí van mis 4 razones por las que simplemente odio el gimnasio.
1.- El careto de los ahí presentes:
No sé si ustedes se han fijado en el careto robótico de los ahí presentes, todos ejercitando y mirando hacia el infinito, sudando y dándole caña con el principal fin de echar lastre para lucir figura. La cuestión que es parece una especie de distópico lugar en donde los esclavos aportan electricidad con su propio esfuerzo con la cara inerte. La verdad, es que cuantísima energía desperdiciada de los miles de almas dándole a la estática y a la elíptica, ¿no se podría aprovechar para galeras? Y todos simétricamente alineados mirando al infinito con el sudor cayendo del impávido careto.
2.- El hombre como animal cautivo:
Ya puestos a hacer deporte y a hacer un esfuerzo, ¿No sería más bonito subirse a una montaña y contemplar una gloriosa vista? ¿No sería mejor respirar aire puro de la montaña en lugar del bofe del impávido vecino de la estática? No me malinterpreten, la sierra madrileña está hasta el culo de ciclistas y senderistas, todos con las mallas Decatlón, el palo para andar (¿Realmente funciona?) y toda la parafernalia. Incluso algunos extrapolan ese careto del gimnasio al aire libre. Bueno, también hay mucho agorafóbico y urbanita que prefiere el leal cobijo del gimnasio de enfrente de su casa y pasando del frío e inclemencias de la madre naturaleza.
3.- Los flipados:
España es un país de flipados, no cabe duda. Hagas lo que hagas, siempre estará el notas que le dará más fuerte como si quisiese ser el jefe de la tribu recolectora y cazadora, ¿Quizá sea nuestro instinto neandertal? Que le das a la estática, no te preocupes, no fallará el pelo pincho perillero mazado para ponerse con brío y demostrar lo gran macho cabrío que es. Que te pones a levantar pesas, ahí estará el rumano rapado musculado con el doble de peso del que tú levantas. Que te pones a correr en la estática, ahí estará la rubia de cola caballo con su tipazo top dejándote por los suelos, bueno, en este caso, al menos, te alegrará la vista…
4.- La mala educación que prolifera en el vestuario:
El vestuario no es sitio para púdicos, ni para amantes de la estética. Puedes que te estés descordando los zapatos, alces la mirada y te encuentres un fétido trasero a medio metro de tu cara, fruto de la exquisita educación del rebaño. Aquí, como en las termas de la Antigua Roma, con la toallita puesta, pero sin oratoria ni divagación filosófica mediante, para luego quitársela y lucir cuerpo escultural a la plebe, el que lo tenga, claro está. Veredicto: el vestuario no es lugar para pudorosos ni educados.