COLUMNISTA: Ignacio Crespí de Valldaura
Tras analizar pormenorizada y sesudamente un amplio elenco de series y películas, puedo decir que varios guionistas dominan el artificioso arte de decir una cosa y la contraria ¡En un mismo mensaje! Sí, venerable lector, como lo oyes ¡En un mismo mensaje!
Como acostumbro a hacer, voy a esgrimir ejemplos elocuentes de esta realidad que, seguramente, te haya dejado un tanto descolocado.
Un ejemplo bastante ilustrativo lo he percibido en películas como El lobo de Wall Street, American Psycho y Wall Street, además de en la serie Suits.
Todas ellas, unidas por el patrón común de criticar la figura del magnate codicioso, también, consiguen ensalzarlo; puesto que molan tanto que no pocos televidentes asumen a sus personajes como referentes. De esto, se puede inferir que existe una doble vara de medir meticulosamente calculada: la de transformar un vicioso modus vivendi en anatema y al mismo tiempo, hacer de él algo de lo más molón.
Sin embargo, no es la doble vara de medir de estas obras cinematográficas la que mayor náusea me genera.
Recuerdo una película de ‘GiliNetflix’, de cuyo nombre no quiero acordarme, en la que un veinteañero de familia pudiente y acaudalada (además de un tanto ‘wannabe’) decidió que le practicasen la eutanasia, con la conformidad de sus padres.
De esta manera de reflejarlo, extraigo la siguiente conclusión: por un lado, se intenta dibujar como frívola a una unidad familiar de elevado poder adquisitivo y al mismo tiempo, se trata de blanquear el suicidio -sí, el suicidio- como una elección propia de personas educadas; de modo que le sea inoculada al espectador una visión mezquina de la gente de ‘clase medio-alta’ (muy convincente a ojos de un público de inclinaciones socialistas) y a la par, se procure volver más progre a la burguesía (a base de normalizar el macabro hecho de inmolarse).
Podría mencionar una turbamulta adicional de series y películas que te inyectan un mensaje y su contrario ¡Al mismo tiempo!
En torno al tema que nos ocupa, viene a mi memoria un vídeo que me enviaron, hace cosa de dos años, por WhatsApp. En la grabación, una voz te instiga a tomar partido entre una opción A o B, para una vez que la retengas en tu cabeza, te diga una palabra.
Pues, ¿Te puedes creer, venerable lector, que cada uno escuchaba una palabra diferente del emisor en función de la elección de postura que previamente había realizado? Es alucinante, además de muy revelador a este respecto.
Desde mi humilde punto de vista, creo que mientras unos guionistas recurren a esta doble vara de medir con el objetivo directo de influir maliciosamente a todos los públicos, otros lo hacen para poder proyectar en las pantallas una serie o película de forma -o estilo- políticamente incorrecta, pero con un fondo -o alma- postrado ante la corrección política imperante (de tal modo que el statu quo le permita publicarla).
Es más, pienso que una parte -no todas- del primer conjunto de series y películas a las que he hecho alusión (las del todopoderoso magnate empresarial), tienen esta disonancia entre fondo y forma, como una estrategia para sortear al ‘establishment’ de lo políticamente correcto; mientras que la producción cinematográfica a la que he desenmascarado – la de ‘GiliNetflix’– alberga una intención directa de expedir mensajes con connotaciones progresistas.