* ADVERTENCIA: La opinión del autor de este artículo no coincide, ni en el blanco de los ojos, con los valores de este periódico
El trifachito de Colón tiene que evolucionar hacia un tripartito PP-PSOE-Ciudadanos, capaz de descender del caballo de Santiago Abascal. Nuestro país se merece ropa nueva, aire fresco, oxígeno democrático, chapa y pintura, fuego renovador…
Las banderías derecha-izquierda son trincheras del pasado, mazmorras que nos impiden explorar nuevas rutas, bucear en las interioridades de nuestro yo democrático. Los ciudadanos tenemos sed de democracia, anhelo de consenso, ansias de reconciliación, pero nos encontramos estabulados frente a un muro que nos impide ver nuestra alma. Ya nos advirtió de ello Platón en el Mito de la caverna.
El PP debe abandonar el furor tabernario de los correligionarios de Ayuso y virar al centro de una vez por todas. El PSOE ha de enterrar ese sanchismo atávico, apolillado y octogenario, véase distanciarse de los populismos de Podemos y Esquerra, en pos de aproximarse a Ciudadanos. Y este último partido tiene que rehacerse de sus cenizas e hilvanar sus escombros en una urdimbre ganadora, remolcado por las dos fuerzas anteriores.
Sólo así estaremos preparados para ser más Europa, para tender una mano amiga a nuevos socios de gobierno, como lo son esa izquierda ecologista y civilizada que abanderan Íñigo Errejón, Manuela Carmena y Mónica García, o como aquellos regionalistas sosegados de la talla de Josep Antoni Durán i Lleida (un gentleman de los pies a la cabeza, uno de esos calvos con buena presencia que aureolan de prestigio y sofisticación a nuestras instituciones).
La expulsión de este icono del centro, del reformismo y de la moderación me recuerda a lo expresado en otro cuadro de Goya, que es el del Duelo a garrotazos. Este aguafuerte delata, en su más vergonzante desnudez, a esa España cainita, fratricida, embebida en sus animadversiones, ensoberbecida por las ansias de atropellar a sus iguales…
Y del mismo modo que Goya emprendió su éxodo a Burdeos, a causa de su liberalismo ilustrado, Pablo Casado emigra de su escaño, por mor de esa ilustración liberal que España tanto necesita. Oigo, patria, tu aflicción, vocifera el primer verso de aquella oda El Dos de Mayo.
Para los que anhelamos, entre jadeos y alaridos de esperanza, la culminación de la ilustración en España, consideramos que todo celo por pulverizar el centro democrático, el consenso y el genuino constitucionalismo supone poner cadalsos al progreso y tronos al absolutismo de Fernando VII. Los ecos de L’Ancien Régime y La Vendée se ciernen sobre nuestros oídos, y con un estrépito ensordecedor.
De la mano de Unamuno, sólo puedo decir una cosa ante la escalofriante pérdida de Pablo Casado: Me duele España. Aunque Don Gregorio Marañón me hace recuperar la confianza en el porvenir de mi país, con su lapidaria frase: Amo tanto a España, porque la conozco.
Y como, al igual que Don Gregorio Marañón, amo a mi país, pelearé, hasta la extenuación, por incardinarlo al sueño europeo. Ya lo sentenció Ortega y Gasset con estas proféticas palabras: España es el problema, Europa la solución.
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