La furia española mueve montañas, derriba molinos y no conoce fronteras.
El español Rafa Nadal abate al finolis de Roger Federer en las lides tenísticas de Roland Garros.
No se ha tratado de una reñida refriega, ni de una pírrica victoria. Más bien, el todopoderoso de Rafa Nadal ha vapuleado a su contrincante sin piedad.
La paliza que le ha pegado a su adversario suizo está huérfana de misericordia. Le ha desarbolado por completo con su indomable maestría.
La codicia de Rafa Nadal ha sido de lo más vil y pecaminosa. No le ha prestado a su rival ninguna victoria. Le ha ganado tres partidos consecutivos, con un 6-3, 6-4 y 6-2 como resultados.
El ímpetu, el arrojo y la bravura de Rafa Nadal son indomeñables. Circula por sus venas la sangre española de un guerrero indómito. Su genio deportivo es irreductible.
No cabe duda de que, en otra época, Rafa Nadal hubiese sido el terror de Inglaterra, el azote de la Pérfida Albión.
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