¿Llegamos a los felices 20? En todo caso, supongo que mejor que sean más infelices a cambio de que no se líe la que se lio en la posterior década (años 30) del pasado siglo XX, tanto en España como en el mundo.
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hacen alusión a la obligación de diezmar que debe tener todo cristiano practicante:
Abram dio a Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo, el diezmo de todo el botín obtenido al derrotar a los cuatro reyes invasores (Genesis 14:17-20).
Mas diezmar tampoco redime de toda culpa: Jesús reconoció que por lo menos algunos escribas y fariseos diezmaban de todo, y que lo deberían hacer, pero les criticó por creer que eso agradaría a Dios aun cuando dejaban la justicia, la misericordia y la fe (Mateo 23:23; Lc. 11:42).
Pero la cuestión actual es…, ¿quién practica realmente el diezmo? Si ganas 1200, da 120 al mes y si ganas 4.000 da 400…
¡Uf! Son tantas las obligaciones materiales, las comilonas, el coche, las facturas… El impuesto espiritual puede que sea el que más réditos pueda dar en el más allá; aunque si no se cree en nada, carecerá de todos los sentidos, ¡el IVA es el 21%!
O al menos, reducir su consumo.
No cabe duda de que estamos en una paradoja ante los vicios legales: El tabaco, se lleva persiguiendo, que no prohibiendo desde que comenzó el siglo XXI: aumento de precio de casi el doble en los últimos años, prohibición de fumar en bares y discotecas y campañas que previenen de sus efectos sobre el organismo.
Por el contra, el alcohol, se lleva exaltando sin problemas: en las pelis ya casi nadie fuma, pero todo el mundo mama, incluso se agarran un buen resacón en Las Vegas y Tailandia, y son la coña marinera, los anuncios del chico Martini, el vino tinto español como la marca hispana, el toro de Osborne…
A lo que vamos, cada uno es un universo, pero no cabe duda de que la coyuntura es infinitamente más favorable a dejar el pitillo que a dejar la caña o la copa de vino.
A cualquier bar, banquete, boda o bautizo, la casi totalidad del personal estará pimplando a gusto; mientras que fumando: apartado, escondido e incluso mal visto por el establishment.
Realmente, este concepto tan “cool“ es lo que viene a ser dar un cambio radical en tu vida.
Quizá emigrar en busca de fortuna a otro país, quizá montar tu propio negocio y a ver qué tal, quizá renegar del ultracapitalismo y hacerte misionero o cura (eso sí que es dejar la zona de confort).
Cada uno tiene sus circunstancias, y el que esté casado y con 3 hijos, no sé hasta qué punto podrá realizar un cambio radical salvo que se marche a por tabaco y no vuelva.
Cuestión difícil, quizá triunfes, posiblemente fracases, quizá cambies a mejor o a peor, quizá retomes la senda espiritual…
O lo de salir de esa zona de confort tan solo sea una pataleta de niñato de mediana edad, o lo mismo tan solo es ansía de la búsqueda de la emoción ante la desidia.
Quizá este 2020 sea el año del amor, ¡oh baby! O sí, o no, ¡o yo qué sé!
El amor, en principio, es cosa de dos, así que uno puede buscar, puede encontrar, puede errar, puede fracasar, puede pecar…
Se dice que la suerte para que aparezca también hay que buscarla, y en cierta medida, cierta es esa frase.
Sin embargo, la palpable realidad es tirar del charcutero catálogo del Tinder a ver dónde se subasta el mejor solomillo, o bien ternera de segunda calidad, y a ver si son tope guay las fotos de la dictadura de la súper pose y del serrín en la cabeza.
Aunque, bueno, también se podrá encontrar gente interesante, pero de manera muy minoritaria.
Quizá la nueva era sea estar soltero y con mascota; pues como decía de Luis de Baviera: ‘Cuanto más conozco a los humanos, más quiero a mi perro’.
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