Columnista: Plácido Díez Gansert, autor de ocho novelas y experto en crítica literaria
Para este comienzo de verano, me gustaría sugeriros un texto de emociones fuertes del prestigioso narrador francés Anatole France, uno de los escritores más reconocidos e influyentes entre del finales de siglo XIX y principios XX, y Premio Nobel de Literatura de 1921.
La novela que me gustaría proponeros, Los dioses tienen sed (1912) fue una de sus obras más significadas. Versa sobre las entrañas de la Revolución Francesa encarnadas en el protagonista, Evariste Gamellin, un modesto pintor con pocos encargos que es llamado a formar parte de jurado en los procesos de la convención jacobina.
Cómo los ideales de la Revolución Francesa derivaron en un totalitarismo desalmado
A medida que avanzan las páginas, el libro apunta una transformación de los célebres ideales inspiradores de la Revolución (Libertad, Igualdad, Fraternidad) hacia un despotismo totalitario caótico y desalmado liderado con mano de hierro por la aterradora figura de Robespierre, El incorruptible.
Cómo los altos ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad desembocaron en la guillotina
Le acompaña su inseparable secuaz, la guillotina, que corta millares de cabezas a aristócratas, religiosos, generales, banqueros, disidentes, prostitutas y todo ciudadano o ciudadana que suponga una amenazan potencial para la Revolución en juicios grotescos carentes de las mínimas garantías procesales.
La novela fluye en un ritmo abrasado, alrededor de una trama imprevisible y un ramillete de personajes certeros que nos despliegan un sobresaliente fresco del paisaje social del París volcánico de aquella época tan prolijamente estudiada por los historiadores.