«No tengo tiempo para leer», esta es la máxima que más me ha tocado escuchar en estos últimos diez años que llevo promocionando mis novelas en eventos de cualquier lugar o condición. Me topo inexorablemente ante la misma cantinela. Ya sea en Logroño o Valencia, Valladolid o Comillas, en La Moraleja o en Vallecas por poner solo unos ejemplos.
Por ello me gustaría realizar una pequeña reflexión. Creo que estamos todos de acuerdo en que los beneficios de la lectura son indudables y no hace falta incidir en ellos: Entre otros, cultiva, sensibiliza y divierte, estimula la curiosidad y robustece el pensamiento, lo que no ocurre con el abuso de la televisión, el entretenimiento en internet o las videoconsolas, que tienden a embrutecer y a distorsionar la comunicación interpersonal en aras a la idolatría de la pantalla.
Sin embargo no ceso de escuchar comentarios tales como “No tengo ni tiempo para leer”, “Ojalá tuviera tiempo” “Tengo niños pequeños, imposible sacar tiempo” “Trabajo demasiado”, “Llego rendido a casa”, “De verdad, me encantaría poder leer, pero me falta tiempo”, “Estoy muy pendiente de mis nietos, no tengo tiempo” y un largo etcétera.
Según artículo publicado en El País, la media española de consumo de televisión asciende a doscientos treinta y nueve minutos diarios, es decir, roza las cuatro horas, lo cual implica que muchos españoles pasan hasta cinco al día o incluso más ante la pequeña pantalla.
Durante el confinamiento, según el diario Expansión, la audiencia ha ascendido a trescientos cuarenta y cuatro minutos. Con estos datos en la mano, muchos alegan que tienen el televisor encendido porque les agrada sentir su zumbido como una suerte de señorito de compañía pero que realmente no lo están viendo.En cualquier caso las cifras me resultan abrumadoras.
El consultor de comunicaciones Tomi Ahonen sostiene, tras un estudio realizado, que cada persona consulta su teléfono móvil alrededor de 150 veces al día:
Si tomamos en cuenta estas informaciones no podemos sino sostener que en la inmensa mayoría de los casos resulta ridículo que una persona alegue que no tiene tiempo para leer. Más de uno pensará que resulta más elegante aseverar que no se tiene tiempo para la lectura que reconocer que no le interesa la cultura.
Siendo así, lo más gravoso de la cuestión es que según mi experiencia, la gran mayoría de las personas que lo comentan realmente creen que no tienen tiempo. No se trata de un pretexto que ofrecen para declinar una oferta de lectura. Lo noto en sus rostros, son sinceros y su voz franca.
¿Por qué no son conscientes de que en realidad no tienen el más mínimo interés por abrir un libro? ¿Ni tan siquiera hacer el pequeño esfuerzo de abrir la primera página para comprobar si les atrae el contenido? Resulta obvio, que la televisión y las nuevas tecnologías atraen más que la lectura con sus consabidos efectos.
Como escritor considero mi deber llamar la atención sobre este fenómeno que aqueja a nuestra sociedad. Aquellos que no tenéis costumbre de leer, os animo a reservar un ratito para un libro y acoged en vuestras rutinas un hábito tan reconfortante. Con que le dediquéis media hora al día, significará que podéis leer más o menos dos libros al mes y veinticuatro al año. ¿Os imagináis el pozo de sabiduría que ofrecen veinticuatro buenos libros?
Afortunadamente todavía quedan muchas personas que compran y leen libros y gracias a ellas los escritores podemos seguir contando historias.
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