Santiago Abascal deja K.O a Ana Rosa en su propio programa, pero tratándola en todo momento como a una dama.
La exquisitez de sus modales y su implacable oratoria le convierten en un dandi con guante de hierro.
Donald Trump ha llegado a Presidente de Estados Unidos con la misma estrategia pergeñada por Santiago Abascal, aunque con menor elegancia que este último.
Ésta es la de confeccionar una derecha capaz de acaparar récords de audiencia en programas de «telebasura».
Trump y Abascal han dado a luz un conservadurismo sin caspa, capaz de traspasar las fronteras de la rancia formalidad. De este modo, ambos le han arrebatado a la izquierda el monopolio del entretenimiento televisivo, una de sus bazas más preciadas.
Donald Trump estuvo durante décadas intentando hacerse un hueco en política, aunque sin cosechar las victorias anheladas.
Desde que comenzó a presentar un programa de gran audiencia llamado The Apprentice, su popularidad se disparó hasta límites que no conocen órbita.
A partir de ese momento, empezó a ser considerado como una promesa en política, gracias a sembrar popularidad en la televisión de gran audiencia.
Un tiempo más tarde, que no acto seguido, optó por meterse en política. Y hoy, es el Presidente de Estados Unidos.
Hoy, ha sido protagonista en el célebre programa de Ana Rosa, de la cadena Telecinco.
Ser el centro de atención en los programas de televisión de mayor audiencia y sobre todo, cuando eres un considerado un elemento subversivo para el establishment, es garantía de victoria atronadora.
Donald Trump, también, tuvo intentos malogrados de destacar en política. A principios de siglo, en torno al año 2000, se convirtió en una de las caras visibles del Partido de la Reforma, y el resultado que obtuvo fue tan insignificante como desolador.
Hoy, ese Trump derrotado es Presidente de Estados Unidos. Y el Abascal del que muchos se reían hace meses, ahora, es la comidilla de todas las televisiones y el líder de un partido al que los sondeos sitúan como tercera fuerza.
Deja un comentario