En mitad de la trifulca callejera, un anciano se encara con los separatistas encapuchados, y lo hace con el rostro al descubierto.
Mientras los CDR, ávidos de violencia y vitalidad, cubren sus facciones, el anciano español muestra su semblante sin rebozo.
En plena batalla campal y refriega urbana, aparece este respetable señor mayor portando una falsa porra, objeto que es algo parecido a un limpiaparabrisas.
Gracias a Dios, los revolucionarios no tuvieron la desfachatez de agredir a este audaz hombre. Alzaron sus abrazos y salieron despavoridos ante la próxima carga policial.
Se vuelve a demostrar que hasta los más sinvergüenzas pueden tener un mínimo de escrúpulos.
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