Muy seguro debía estar Pablo Iglesias en el Congreso, tratando burlonamente de marquesa por enésima vez a Cayetana Álvarez de Toledo.
Es su táctica pueril y cansina de intentar deslegitimarla, conjurando a la persona por su clase más que rebatiendo sus argumentos, que es de lo que debería tratarse en el Parlamento.
Artimaña expresiva de los profundos complejos sociales de un comunista que soñaba con vivir como uno de esos grandes burgueses que tanto denosta, hasta que consiguió el chaletazo, el Porsche, el sueldo, y el estar entre el 1 % más rico de España.
Pero, para entender mejor el asunto, parémonos un segundo a considerar qué es un título nobiliario, por qué se conceden, cuál es su utilidad y por qué, antes de avergonzado uno debería sentirse orgulloso de ostentarlo. Quizá es que Iglesias no lo entiende, o quizás lo entiende demasiado bien…
Un título nobiliario es la forma con la que el Jefe del Estado -generalmente un rey- premia unos servicios singularísimos prestados a dicho Estado, reconociendo a quien los realizó con la concesión de una merced nobiliaria. Como las personas no somos inmortales, el Estado se sirve de los sucesores del concesionario para perpetuar la memoria de los servicios prestados.
Así pues, la merced nobiliaria se basa en el mérito y en el reconocimiento público del mismo, y, quien la ostenta lo hace, no en representación propia, sino en la de dicho concesionario.
Por ello se dice, no sin razón, que la nobleza es un monumento viviente de la Historia de España –he ahí su utilidad-. Y claro, a quienes detestan España y su Historia, les molesta todo lo que la honre, represente o defienda: desde el Rey, la bandera o el himno–cutre pachanga fachosa, según el podemita; al ejército, la Guardia Civil, o, ¿por qué no la propia nobleza como parte de aquellos que se esforzaron por entregar lo mejor de sí mismos a nuestra Patria?
Quizá fuese esto lo que Cayetana debería haberle contestado a Iglesias cuando trataba puerilmente de ridiculizarla, algo que sólo puede explicarse, que no justificarse, desde los estereotipos más casposos de la izquierda populista.
Quizá Cayetana valorase la esterilidad de ponerse didáctica con un antisistema sobre lo que son los servicios prestados al Estado. No lo entendería, a no ser que el estado en cuestión fuese una narcodictadura, como la venezolana, o una teocracia islámica, como la iraní, de esas en las que ejecutan homosexuales o las mujeres valen menos que nada.
Pero Cayetana optó por plantarle cara, e Iglesias, que fue a por lana, salió trasquilado. Su intención era burlarse de los orígenes aristocráticos de la Marquesa de Casa Fuerte, y se chocó de bruces con sus propios y sórdidos orígenes familiares.
No le gustó al vicepresidente segundo del Gobierno que le recordaran la militancia de su padre en una organización terrorista –reconocida por el mismo líder de Podemos en otras ocasiones-. Al menos, a Iglesias Jr. hay que reconocerle el que no haya militado en ETA, aunque, dados su intento constante de blanquearla, y los antecedentes familiares de militancia en grupos terroristas, cueste creerlo.
Dice Cayetana, que uno no responde de sus padres (le hace un favor a Iglesias). Pero, de hacerlo, como parecen indicar las simplonas chanzas de Iglesias, veamos de qué orígenes cabría sentirse orgulloso y de cuáles avergonzarse:
-. Cuando Cayetana usa su título, lo hace en representación de Juan Vázquez de Acuña y Bejarano, un aguerrido militar y político español, Virrey de Nueva España, quien expulsó a los ingleses de las costas de Nueva España y Honduras, donde se habían asentado libremente.Vázquez de Acuña reorganizó el avance español en el norte, y comenzó la penetración española en Texas, en donde fundó misiones que frenaron el avance de los franceses, poblándola con miles de familias de colonos en Nuevo México y Arizona. “Reafirmó el poder español en Centroamérica apaciguando la sublevación del Nayarit en 1724 y conquistando Belice en 1733”. Esta operación era crítica desde el punto de vista comercial porque esta ciudad servía de base a los piratas.” Su buen hacer mejoró el comercio del virreino con la metrópoli y Asia a través fundamentalmente de China y Filipinas).
Asimismo fue un virrey constructor y reformista, “Reorganizó el gobierno y moralizó la administración y la hacienda. Fomentó obras públicas e hizo construir grandes edificios: finalizó la construcción de la Casa de Moneda de México y consiguió acuñar en un año ocho millones de pesos que se enviaron a España para cancelar las deudas de la guerra de sucesión; el edificio de la Aduana, el paseo de la Alameda y el de Iztacalco, y la entonces colegiata de Guadalupe, hoy basílica de Santa María de Guadalupe”. (Fuente Wikipedia).
Y esto es hablando de padres y de antepasados, que es a donde apuntaba Iglesias al tratar a Cayetana de marquesa; porque, si nos fijamos sólo en las personas, el comunista Iglesias es de abrigo: asesor de dictadores, amigo y hagiógrafo de terroristas como Otegui, de separatistas como Torra, matón siempre, ya sea callejero o en el Congreso, “burro de Troya”, en fin, de la democracia.
Y, lo que más nos duele a todos en estos tiempos de desgracia: responsable último de las residencias de ancianos, de aquellos mayores cuya consigna política fue el sedarlos hasta que murieran en vez de luchar por salvar sus vidas, no fuese a ser que luego, como gustan referir en Podemos, voten al PP.
Con respecto a su afirmación de que Cayetana haya cometido un delito, sería un juez el que lo decidiese, no usted señor Iglesias, que usted y los suyos son muy dados a olvidar la separación de poderes y a aplicar la “justicia proletaria” –que se lo digan a todos aquellos marqueses que asesinaron sólo por el hecho de serlo-. Sobre que su padre no sea un terrorista no sé qué decirle: si el que milita en el PSOE es socialista, y el que está afiliado al Madrid es madridista, el que milita en un grupo terrorista es…
Finalmente, no diga que la aristocracia se cree con impunidad de llamar nada a nadie. Se ha equivocado de clase y de persona. El de los insultos y las impunidades es usted, que piensa que los escraches salen gratis; “jarabe democrático” los definía, hasta que empezó a sufrirlos en sus propias carnes. Entonces ya no le hacen a usted tanta gracia, y en un alarde de matonismo político se dedica a amenazar a los líderes de los partidos de la oposición con padecerlos si no cesan los que a usted le hacen en su chaletazo. “Soy el dueño de la calle, yo señalo y otros ejecutan”, le falta decir, expresamente. Qué trágicos recuerdos nos trae esta versión reeditada del frente popular, como fue el asesinato de Calvo Sotelo, ejecutado a invitación de Casares Quiroga y la Pasionariadesde el propio Congreso. Tiene a quienes copiarle el estilo.
Estamos en el año 36, y le voy a dar la razón en algo: “nos estamos jugado la democracia”, pero no por Cayetana ni por el PP o VOX, sino por personas como usted.
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