Hace alrededor de tres semanas, las encuestas daban al PP y a VOX una holgada mayoría para formar gobierno. Y hoy, resulta que el CIS de Tezanos coloca al PSOE, de nuevo, como primera fuerza política y a Unidas Podemos por delante de la formación de Santiago Abascal; revistiendo al bloque de izquierda de una victoria abrumadora.
En nada más que tres semanas, para colmo, bastante poco movedizas, huérfanas de bullicio y golpes de timón, resulta que la voluntad de los españoles en las urnas ha dado un giro de 180 grados. Y a esto, es preciso agregar el precedente del consabido descaro de Tezanos para cocinar las encuestas del CIS.
Al celebérrimo escritor, no le faltaba un ápice de razón. Multitud de políticos están muy avezados a la hora de influir en la voluntad de los votantes a base de mentir en las encuestas. Una mentira astutamente pergeñada anima, desanima o infunde un miedo cerval a los electores, de tal modo que su capacidad de discernimiento no sea libre, al ser cautiva de la manipulación.
Por consiguiente, llega un momento en el que eso que llaman «opinión pública» es moldeada por las oligarquías dominantes sin que nos demos cuenta, aquello que Carl Jung denominó el «inconsciente colectivo».
Algo parecido es caricaturizado en la película Inception, donde Leonardo DiCaprio se adentra en los sueños de sus víctimas.
El publicista Edwar Bernays, sobrino de Freud, escribió, en su libro Propaganda, que «la manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones de las masas es un elemento importante en la sociedad democrática».
Dada la descarada manipulación de quienes elaboran las cifras y los datos, no le faltaba razón a Oscar Wilde cuando reivindicó, en De profundis, «adquirir el talante de Oxford en materia intelectual», consistente en renunciar «a la violencia de la opinión» en favor del «juego airoso de las ideas».
Tampoco me parece descabellada aquella frase de Oscar Wilde que venía a decir, en un tono jocoso, que dejarse convencer por un argumento es una conducta sumamente irracional. Visto en qué cifras y datos se sostienen algunas argumentaciones, yo, también, reivindico, junto al citado escritor, el espíritu de Oxford, el de enarbolar «el juego airoso de las ideas» frente «a la violencia de la opinión».
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