El pasado febrero, antes de la pandemia, ya se aprobó la proposición de ley sobre la legalización de la eutanasia en España, aprobada por 201 votos frente a 140 en contra del PP y Vox fundamentalmente. Propuesta que quedó paralizada tras la pandemia y sus consecuencias. Supongo que los más acérrimos defensores eugenésicos de la necesaria eliminación de los ancianos, pues suponen una rémora para el sagrado sistema social y estado de bienestar europeo, se alegrarán de que el virus natural se haya cebado con los más ancianos procediendo a su eliminación sin necesidad de supuesto legal ni informe médico.
Llega septiembre y la frágil, como la vida humana, nueva normalidad llega y por ende, llega a debatirse la propuesta de ley sobre la eutanasia en el Congreso, pues no hay tregua para los firmes postulados progresistas sobre el libre derecho del individuo a decidir sobre su propia muerte.
PP y Vox defienden en todo caso un mayor refuerzo de los cuidados paliativos para hacer más llevadera la vida del enfermo terminal, cosa que ya existe en España. De hecho, si un pobre anciano, sin familiar alguno que lo reclame, llega en mal estado a la sanidad pública española es muy posible que el médico de turno le dé matarile de manera acelerada. Así que España, hoy en día, como liberal y progresista que es, no es ni mucho menos restrictiva en materia de eutanasia.
Pero no, la cuestión es llegar todavía más lejos, no hay límite para la droga del progresismo y el liberalismo noreuropeo eugenésico. Ahora se dirá que si uno se quiere suicidar o poner fin a su vida lo acabará haciendo y en cierta medida, puede que sea verdad. Como también es verdad que legalizando la eutanasia y el suicidio se abre la caja de Pandora.
La caja de Pandora, ¿de qué? La caja de Pandora de una progresiva alienación y deshumanización social en donde la vida deja de tener sentido y somos reducidos a ganado. En donde la fría mirada de los impávidos, auspiciada por doctor muerte, ante tu desdicha pondrá a la muerte como un elemento sagrado en su pagana existencia y se le dará culto mediante la inyección letal de todo aquel anciano, deprimido, terminal, cansado de vivir, inútil, fracasado que se precie acudir a sus instalaciones médicas, limpia y modernamente acondicionadas, para el exterminio masivo de la población no útil y contraria a los principios de la súper pose en Instagram.
Como si de la droga más adictiva se tratase primero se comienza por la eutanasia, ¿por qué no un poquito más? Ahora todo mayor de 75 años que se declare cansado de morir tendrá derecho a la inyección legal. ¿Queremos más? Libre suicidio asistido para todos, como en la pudiente Suiza, así que si atraviesas una mala racha, ¿por qué atravesarla? Pon fin a tu perra vida a manos de un médico con cara de sueco mientras te inyecta su dosis letal y posteriormente recogen tu inerte cuerpo para hacer Soylent Green con tu alma. Esos no son los Alpes de Heidi y su abuelo.
Y lo más curioso es que los acérrimos defensores de todo esto no creerán en la vida después de la muerte; así que el silencio eterno y nada perpetua reinará para siempre. Así como las pudientes y saneadas economías suizas, holandesas y nórdicas sean a su vez, abanderadas de la destrucción de sus acomodados nacionales.
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