El Orgullo Gay va más allá de resultar ser un negocio y una “simple fiesta”. Ahora, pretende influir en la composición de los gobiernos y presionar a Ciudadanos si pacta con VOX.
Esta fiesta se ha servido de su carácter festivo como instrumento vestido de “happy birthday” con fines ideológicos, para convertir las calles en espacios de proselitismo doctrinal y así, servirse de este proselitismo doctrinal para ejercer presión sobre los gobiernos.
Este espectáculo que parece meramente festivo se afianza dos logros: Uno, influir ideológicamente en la sociedad a través del proselitismo ideológico público; Dos, adquirir la suficiente relevancia como para presionar a los gobiernos.
Utiliza su careta de fiesta, jolgorio y diversión para fines mayores. Pretende hacerse con el poder de forma aparentemente “risueña”, entre cánticos, confetis y serpentinas, para que el totalitarismo resulte más inocente, simpático y demócrata-festivo.
Mucha gente no se da cuenta de estas cosas desde el principio porque se centra más en la comprensión de lo particular que de lo general, porque se dedica a analizar las ramas con excesivo detenimiento y rehúsa de penetrar hasta la raíz de los asuntos.
La mayoría de la gente fija su toda su atención en los hechos, los datos, los porcentajes, los números, pero no bucea hasta las causas primeras de las cosas, ni escala hasta sus fines últimos. Se queda en las ramas, sin tomarse la molestia de escarbar para encontrar la raíz.
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