Don Pedro Sánchez de Tetuán, afrentado y despechado ante la elección de la valida Doña Isabel Díaz de Ayuso, se instala en aquel París de finales del s. XVIII. Momento convulso, momento de aventura romántica, momento de nuevas ideas; para bien o para mal; época de cambios, nuevos vientos soplan.
Tras arduo viaje desde Madrid hasta París, unas veces a pie, otras veces en carroza (ni regia ni noble precisamente), otras veces a caballo; a pesar de ser saqueado un par de veces y rodeado por una manada de lobos en los bosques navarros, Don Pedro Sánchez arriba a París, la ciudad de la luz, la ciudad del romanticismo en 1783.
Don Pedro Sánchez pisa su cuchitril tan solo para dormir y el resto del tiempo lo pasa dando clases de español a cambio de escasas monedas, frecuentando bibliotecas y empapándose de todas las nuevas ideas de Rousseau, Voltaire y Montesquieu; sin abandonar la querida literatura española del siglo de Oro.
Y así pasa su destierro: intelectualizándose, bebiendo vino de garrafa en las tabernas. De vez en cuando se pone sus mejores galas y acude a los salones en busca de alguna dama que le mantenga o que quiera vivir una ibérica aventura (acontece más bien lo segundo), pasea por la magia de la ciudad de la luz, enseña español a quien lo requiera… Así es la vida de Don Pedro Sánchez de Tetuán, tan ilustrada como romántica.
Don Pedro vivió de pleno todo el devenir de la Revolución Francesa y como tampoco tenía mucho que perder a fin de cuentas y su espíritu estaba con la causa; ahí estuvo, con sus dos cojones de toro en nada más ni nada menos que la histórica toma de la Bastilla, derribando la insignia del Antiguo Orden con el fin de aplicar la ideas ilustradas burguesas revolucionarias, pero a su vez juntándose con los bestias gañanes de los sans-culottes, que no veas como arremetían con el azadón, el rastrillo y la hoz, ¡Vaya animales, Dios mío! Pese a lo romántico y motivador del evento, no dejó de ver atrocidades de todo tipo, y al ser intelectual, y por ende, espiritual, su conciencia se vio martilleada por lo acontecido a la vez que su corazón su endureció. ¡Esto es la revolución cojones! No una fiesta de cumpleaños.
1793, Luis XVI guillotinado en la Plaza de la Revolución, ante una multitud poseída clamando por sangre, azul en este caso. Hechos históricos que vio de primera mano e ideas de todo tipo le asaltaron a su mente en ese momento. Tras la regia ejecución se abrió la veda y se desató el llamado Reinado del Terror a manos de Robespierre. Cualquier sospechoso de refractario, reaccionario, católico no juramento bajo los principios de la revolución o monárquico era reo de guillotina, ¿Era esta la libertad por la que el ilustrado amigo estaba luchando?
La cosa se le estaba yendo de las manos. Don Pedro Sánchez contempla en segundo plano todo lo acontecido, pero al ser español, quizá nunca le tomaron muy en serio, solo para ser un factor de exportación de su revolución.
‘El terror no es más que la justicia rápida, severa e inflexible. La más justa de las justicias’
‘El Rey debe morir para que el país pueda vivir’
‘Siento compasión por los oprimidos, no por los opresores’
Citas de Robespierre.
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