En calidad de liberal-progresista, y por consiguiente, de seguidor apasionado de la figura de Garibaldi, me parece de una supina falta de respeto utilizar su nombre para rotular una «taberna para rojos» creada por Pablo Iglesias.
Lo considero, también, como una carestía de rigor intelectual desorbitada; algo que me preocupa todavía más por el hecho de provenir de un erudito de la izquierda universitaria (a quien, hace años, llegué a admirar por parecerme un pensador fascinante, no por sus quimeras ideológicas).
Garibaldi fue el artífice de la unificación italiana, un proyecto de rostro liberal, unionista, centralista, nacionalista, que contaba con la connivencia de Víctor Manuel II, quien fue nombrado Rey. Así pues, como garibaldino entusiasta que soy, me resulta ofensivo que Pablo Iglesias se apropie de a figura de este líder tan inspirador.
Me parece tan desatinado el rótulo del bar como llamarlo Taberna Napoleón Bonaparte; porque lo realmente preciso sería rotularla con el nombre de Robespierre.
Como partidario de restringir el consumo de carne a un día a la semana (recuerdo que, además de liberal, soy progresista), me resulta ofensivo que unos abanderados del progresismo monten una taberna en la que se fomenta el consumo de comida tradicional.
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