Lo cierto es que la vida del que fuese el pensador filósofo político más influyente de los regímenes comunistas, surgidos y finalizados en su mayoría en el siglo XX, no tenía la obligación de santidad; de hecho, ¿por qué tenía que ser santo el que proclamó que la religión era el opio del pueblo y causó la expansión del ateísmo en el mundo como Mahoma la fe islámica? Y efectivamente, no sólo fue todo un canalla de la movida de la mitad del siglo XIX, sino, que aparte se metió hasta el fondo en la decadencia y vicios de la sociedad liberal-capitalista; de la que fue inquisidor mayor en sus escritos.
Al contrario de los campesinos orígenes de Stalin y Mao Zedong, Karl Marx provenía de una familia burguesa acomodada y por ende, en lugar de arar campos, se inscribió en la universidad, a la cual tan solo una élite tenía acceso en aquel clasista siglo XIX. En todo caso, es lógico que aquel teórico filosófico tuviese algún tipo de formación, como Lenin y Trotski.
La cuestión es que, alejado de la rectitud propia de un líder de la dictadura del proletariado, Marx ingresó en el Club de la Taberna de Tréveris, una asociación de bebedores universitarios de la que llegó a ser presidente. Ahí, hizo el lumpen malgastando capital en borracheras y burdeles y sus propios compañeros de fechorías le temían por alocado, violento y lascivo.
Y pasó de universidad en universidad, siendo expulsado en un par de ellas por ir borracho a clase, hasta que sentó la cabeza algo más en términos intelectuales en la universidad de Berlín y empezó con sus tesis filosóficas. Sin embargo, fue encarcelado por altercados en numerosas ocasiones y se dejaba la paga en prostitutas.
Si bien es cierto que no tenía por qué ser ningún santo, tampoco fue muy coherente con sus ideas. Se casó con una aristócrata alemana, la cual tuvo que pagar sus deudas de juergas y prostitutas y yo me preguntó, ¿qué vería la señora Von Westphalen en semejante canalla?
Por supuesto, cuando se casó su suegra le donó a su criada, Helen Demuth, a la cual el canalla Marx no pagó ni medio talego y como era de prever abusó de ella y la dejó preñada. Su amigo Engels, su socio de manifiesto comunista, asumió la paternidad para evitar el marrón con la señora aristócrata; pues aquel era un hecho contrario a la moral de la alta burguesía, y a los buenos usos y costumbres.
Tuvo seis hijos y por supuesto, el señor y señora Marx quisieron casar a sus hijas con casamenteros de posición acomoda y no con tirados, proletarios, campesinos y pícaros.
Pues ello, quizá haya algo de sensacionalismo en este escrito o quizá su pícara vida incluso lo supere; lo que está claro es que este hombre no tenía obligación de ser ningún santo, y bien que no lo fue.
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