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‘Lágrimas en el Valle de Fortichán’, un cuento de Ignacio Crespí de Valldaura

AUTOR DEL RELATO: El escritor Ignacio Crespí de Valldaura

Érase una vez un lugar gris, tenue y mortecino, popularmente conocido como el Valle de Fortichán. En este páramo desolado, habitaban cuatro tribus muy diferentes entre sí.

Por un lado, estaba el pueblo de los Marxiavélicos; por otro, el de los Burkchilianos; en tercer lugar, se encontraba el linaje de los Agromacizos (o Castorrupestres); y en cuarta y última posición, residía -de manera itinerante- el clan nómada de los Cosmopseudólogos (o Astropseuditas).

Existían enconadas disputas entre la tribu de los Marxiavélicos y de los Burkchilianos. Eran dos pueblos antagónicos, absolutamente incompatibles entre sí.

Sin embargo, un buen día, los Burkchilianos vieron su poder amenazado por el auge de los Cosmopseudólogos, quienes eran, para colmo, los más parecidos a ellos. La codicia no impidió a los primeros el trabar una alianza con sus antagonistas (los Marchiávelicos), todo con el fin de no perder su hegemonía. Pretendían conservar su posición a toda costa, a cualquier precio, aunque ello les convirtiese en reos de “alta traición” frente a los de su estirpe.

Con esta decisión, los Burkchilianos consiguieron salvar el presente, pero a expensas de hipotecar su futuro. La receta que aplicaron fue muy útil para parchear las heridas del corto plazo, pero no para detener la hemorragia que estallaría en el largo.

A la sazón, los Marxiavélicos terminarían desplazándoles del poder en menos de un lustro (cinco años); y con una holgada mayoría. Les hicieron caer en barrena, periclitar, zozobrar, desplomarse…

Transcurrido el siguiente lustro, los Marxiavélicos mantenían una hegemonía tambaleante, dudosa, inconsistente, por lo que incurrieron en un error muy parecido al de sus adversarios: dar fuelle y visibilidad al linaje de los Agromacizos, tribu que, por cierto, era todavía más hostil -a ellos- que la de los Burkchialianos; pero todo parecía que estaba justificado con tal de desarbolar a sus enemigos tradicionales.

Con esta estratagema de “divide y vencerás”, los Marxiavélicos lograron consolidarse en el poder; pero, en poco menos de un año, los Agromacizos estrecharon lazos de camaradería con los Burkchialianos, algo que permitió recuperar la poltrona a estos últimos.

Con el paso del tiempo, los Agromacizos se hicieron más fuertes, hasta el punto de tener la posibilidad de gobernar con el apoyo de los Burkchilianos (y no al revés, como hasta ahora, estaba sucediendo).

Estos últimos, por consiguiente, trataron de reconciliarse con los Cosmopseudólogos, en aras de parapetar la pujanza de los Agromacizos; y los Cosmopseudólogos, aunque hubiesen sido traicionados en el pasado por los Burkchialianos, vieron en ellos la posibilidad de rehacerse.

Este movedizo juego de sillones se mantuvo inalterable, pero cambió un paradigma: la desafección de los miembros de cada tribu -con respecto a sus representantes- crecía a un ritmo galopante…

MORALEJA: Jamás idealices las causas humanas; vuelve la mirada a Cristo

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