Fabricar una ideología y elevarla a la categoría de prioridad moral no es tan difícil como las apariencias muestran. Explicaré el proceso, paso por paso, que creo que siguen los estrategas duchos en cavilar corrientes ideológicas.
El primer paso sería exhibir una porción de la realidad que sea cierta y ocultar su parte errónea, lo cual es un reduccionismo. En otras palabras, esculpir una media verdad, algo que no sea mentira en toda su desnudez, ello en aras de que resulte convincente.
Esta operación intelectual, también, es conocida como sofisma, la cual consiste en partir de una premisa verdadera para llegar a una conclusión falsa. Por ejemplo, demostrar que el sol es imprescindible para vivir (una verdad) para justificar la mentira de que es el astro todopoderoso que determina nuestro destino. El hecho de que la reflexión inicial sea atinada transforma en convincente el engaño posterior.
Así, funcionan prácticamente la totalidad de las ideologías. Todas son reduccionismos o medias verdades, además de sofismas, que parten de premisas verdaderas para llegar a conclusiones falsas estrepitosamente convincentes.
Una vez creado el reduccionismo y el sofisma, el segundo paso sería elegir un término arrolladoramente seductor a nivel mediático. Una de las bases del marketing es escoger una palabra atractiva para la mente de los posibles clientes.
Una vez cincelada la palabra carismática, habríamos de incorporar a dicho vocablo el sufijo o la terminación ismo. Por ejemplo, si pretendiésemos prohibir que la gente fuese a la playa en verano, condenaríamos esta costumbre al paraguas del término playismo.
El tercer paso consistiría en moldear un antónimo, véase la palabra que represente lo contrario a la práctica que pretendemos censurar, a modo de vía de escape, de alternativa salvadora. Y que dicho vocablo, también, tenga incorporado el sufijo o la terminación ismo. Por ejemplo, como solución al playismo, podríamos idear la locución bañismo responsable.
El cuarto paso versaría sobre hacer acopio de noticias tendenciosas que den soporte a la ideología en cuestión. No importa si existen casos aislados, desde un punto vista porcentual, de la realidad a condenar. Lo importante es que existan muchas noticias a nivel numérico. Eso es todo. Aunque sea necesario recoger las que ocurrieron en otros países y en diferentes periodos de la historia. Lo realmente efectivo es que la suma de las mismas suene significativa, aunque no lo sea.
Si pretendemos que la gente deje de ir a la playa, combatiremos el playismo con noticias de casos de personas que hayan muerto a causa de las quemaduras en la piel ocasionadas por el sol y también, informaremos sobre el cúmulo de imperfecciones que aglomeran las cremas solares. Repito: aunque los supuestos sean excepcionales desde un punto de vista porcentual, lo efectivo es reunir un elenco consistente a nivel numérico con el que bombardear a través de los medios de comunicación.
El quinto paso sería sobredimensionar la importancia de la conducta a censurar en los tabloides informativos. Insisto en que no es relevante si los casos a erradicar son aislados desde un prisma porcentual. Con repetir como una cantinela noticias del mismo asunto día tras día, es más que suficiente.
La repetición excesiva de un problema conlleva que le otorguemos una importancia desmesurada a dicho problema, lo que implica que le apliquemos al mismo una solución desproporcionada. Una verdad debe ser divulgada en su justa proporción. Perder la mesura en torno a algo que es veraz, también, es una trampa arrolladoramente convincente de manipulación de masas.
Sobre esto último, voy a esgrimir dos ejemplos ubicados tanto a la derecha como a la izquierda del espectro político, porque mi intención es hacer reflexionar a todos, al margen de sus banderías políticas.
Así pues, considero que si de veinte noticias, una versase sobre delitos cometidos por inmigrantes, sería alertar de un problema de seguridad nacional. Ahora bien, si aumentásemos el número de noticias a cuatro o cinco sobre este asunto, pasaríamos de prevenir un peligro real a fomentar el odio al inmigrante, porque estaríamos dejando de divulgar una verdad en su justa proporción y por ende, ello implicaría una respuesta desproporcionada a la materia en cuestión.
Por otro lado, pienso, también, que si de veinte noticias, una tratase sobre la discriminación de las mujeres en el entorno empresarial, ello supondría alertar de un problema. Sin embargo, si acrecentásemos el número de noticias a cuatro o cinco sobre similar asunto, pasaríamos de prevenir un peligro real a fomentar el odio al hombre, a verle como un déspota opresor, porque estaríamos dejando de difundir una verdad en su justa proporción y por consiguiente, ello implicaría una respuesta desproporcionada a la materia en cuestión.
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