En política, suele cumplirse aquel aforismo de que «las casualidades no existen».
Tengo una fe resuelta en que se trata de una cortina de humo, de un distractor en plena crisis económica y sanitaria.
Desviar la culpabilidad a otros, en tiempos convulsos, es una consabida práctica que conoce hasta el más ingenuo de los adolescentes.
Además de un distractor, creo que existe, también, una finalidad todavía más perversa, que es derribar la Monarquía e instaurar la república.
Téngase en consideración que es la oportunidad perfecta para pulverizar la institución monárquica. La crisis económica y sanitaria tienen a la gente soliviantada, razón por la cual es el momento ideal para focalizar esa animadversión en la Corona, como si la Familia Real fuese la culpable del coronavirus.
Nadie dirá la sandez de que la Monarquía tiene la culpa del coronavirus (bueno, quizá algún demente, sí), pero más de uno y de dos, en su subconsciente y psicología, se lo tomarán como si fuese la culpable de la hecatombe.
Pese a tener alma y razón, no cabe duda de que somos bastante sentimentales.
Deja un comentario