¿En qué lugar del mapamundi ha tenido lugar semejante despropósito? ¿Cómo ha sido posible que esta medida haya sido secundada por una mayoría simple del electorado?
A modo de introducción, quiero puntualizar que se trata de un relato corto que me acabo de inventar. Ahora bien, venerable lector, me gustaría interpelarte, preguntarte en qué medida te has creído el titular de esta publicación; puesto que vivimos en unos tiempos en los que la realidad supera a la ficción (y además, con creces, hasta límites que no conocen órbita).
Era un infierno ‘mordoriano’, pero, en superficie, una deliciosa mezcolanza entre Hobbiton y Rivendel. Era la desolación disfrazada de ‘happy birthday’, momificada por jirones de confeti, camuflada en una alegría de lo más mezquina y vaporosa.
Esta alegría ingrávida estaba sazonada por una abundancia de fiestas y comodidades, que distraía a sus habitantes de la incesante concatenación de prohibiciones; perdón, de ‘restricciones’, que era el eufemismo utilizado por el ‘establishment’, para que la tiranía resultase más amable y decorosa. De hecho, sus gobernantes aprendieron esta lección de Alejandro Magno, quien apuntaló su omnipotencia al propagar el hedonismo entre varios de sus súbditos; de tal modo que quedase minada cualquier ansia de rebelión.
Un aciago día, el político Sánchez ideó una estratagema, orientada a acrecentar su poder sobre unos ciudadanos un tanto escurridizos y contestatarios. La táctica consistía en prohibir -perdón, ‘restringir’- el acceso a las piscinas, con la intención de que superar dicha prueba le diese carta blanca para ejecutar un mayor número de prohibiciones. De romper el hielo, en rigor, se trataba; porque, una vez abierta la caja de Pandora, su plan marcharía sobre ruedas. Su fin último era que los habitantes de Moderalia se terminasen por acostumbrar a las ‘restricciones’.
Con tal fin, Sánchez le presentó su proyecto al periodista Sancho, quien hizo impagables contribuciones para depurar la estrategia.
-. Acabo de hacer acopio de un sinfín de noticias, que informan de casos en los que el cloro de las piscinas ha extraviado significativamente la piel de los bañistas. A esto, le he incorporado otras publicaciones, que hacen hincapié en los efectos perniciosos de la cantidad de crema solar, orina y microbios corporales que se pueden arremolinar en las aguas… – Sentenció el periodista Sancho, con una seguridad incombustible en la efectividad de su artimaña.
-. Buen trabajo, Sancho, pero… ¿Acaso el porcentaje de casos no es demasiado residual? La oposición podría centrar el tiro en esta dirección… – Preguntó Sánchez, con la agudeza propia de un político experimentado.
-. Muy interesante, Sancho, muy interesante… Aunque ¿No sería un tanto descarado monopolizar los informativos con esta temática? – Apostilló Sánchez, a la espera de una respuesta formidable por parte de su interlocutor.
-. Esperaba que me formulases tal interrogante, Sánchez. La táctica versaría sobre lo que yo llamo una ‘monopolización relativa’; véase que este asunto ocupe el treinta y cinco por ciento de la cuota informativa. De este modo, lo conseguiremos transfigurar en el drama nacional, sin que parezca que nos negamos a informar sobre otros sucesos de rabiosa actualidad… – Culminó Sancho, con un aplomo imperturbable.
-. No discuto ni una coma más de tu plan, Sancho. Ahora, en calidad de politólogo, me gustaría proponerte que cavilases un nombre para condenar el pasatiempo de bañarse en las piscinas – Agregó Sánchez, con madera de político avezado.
-. ¡Formidable, Sancho! Un término simplón y efectivo, luego dos veces bueno. Para redondear la estratagema, estimo aconsejable que añadamos alguna terminología más despectiva, en aras de acusar a nuestros contrincantes con mayor crudeza. Esto sería la cuadratura del círculo – Repuso Sánchez, resabiado de ambición y poder.
-. Al ‘ismo’ de ‘piscinismo’, le incorporaremos una fobia. ¿Qué te parece rescatar la palabra ‘hidrofobia’ del ostracismo lingüístico? – Preguntó Sancho, con visos de dudas en su nueva ocurrencia.
-. ¡Bingo, Sánchez! ¡Eureka! De este modo, además, lograríamos que nuestros adversarios no pudiesen apropiarse de dicho término para contraatacarnos – Concluyó Sancho, henchido de un febril y sórdido entusiasmo, que teñía su rostro de un llameante rojo cobrizo.
De esta guisa, Sánchez y Sancho se dispusieron a instaurar su tiranía bicéfala (véase de dos cabezas).
Sancho se consagró, con denuedo y frenesí, a la recopilación de noticias amarillistas. Tras escrutar los rincones más inhóspitos de los tabloides informativos, pudo hacer acopio de una extensa retahíla de sucesos tragicómicos, acaecidos en los confines más remotos de la Tierra (relacionados con las piscinas, naturalmente); los cuales envolvería, después, en un halo de dramatismo asquerosamente ‘merengoso’ y torticero.
Tras ser cacareadas tales noticias con machacona insistencia, la cantinela desplegó los efectos deseados: Sánchez promulgó una ley que ‘restringía’ el acceso a las piscinas, con el apoyo de una mayoría simple de los residentes de Moderalia. Un segmento considerable de la ciudadanía ya tenía el sonrojo de justificar semejante atrocidad; lo veían como algo absolutamente normal, para colmo del esperpento.
Este atrevimiento legislativo contribuyó a apuntalar la omnipotencia del líder. Traspasada esta barrera que parecía infranqueable, Sánchez ya podía permitirse la osadía de prohibir -perdón, ‘restringir’- un sinnúmero de cosas adicionales. Como dice el refrán, “hecha la ley, hecha la trampa”. La tiranía había logrado “abrir el melón”; y así, abrirse paso (con la aquiescencia de un pueblo hipnotizado).
Finalmente, Sánchez fue depuesto por la oposición; y Sancho, relegado del cargo en la televisión pública, como no podía ser de otra manera; y a decir verdad, los opositores no reaccionaron contra la ignominia movidos por altos ideales, sino a causa de que les habían limitado sus actividades de ocio más preciadas (rebelión que, por beneficiosa que fuese, poco tenía de heroica).
A Sánchez y Sancho, les costó sobremanera digerir su derrota. Sus rostros palidecieron y amarillearon al unísono, como si fuesen bustos -de caudillos derrotados- tallados en marfil. Los ojos de ambos enrojecieron como el carbón encendido de las chimeneas victorianas. Un hormigueo helado recorrió, como un seísmo rabioso, los cuatro costados de sus cuerpos; aunque tal estadio de estupor no les impidió mantener la compostura, en un mortificado ademán de excitación contenida. Sánchez y Sancho, transidos de pena y marmolados por el dolor, se vieron forzados a rehacer sus vidas.
Por ejemplo, la ley que castigaba el ‘piscinismo’– con multas de una cuantía superlativa- fue sustituida por una norma de ‘piscinismo responsable’; consistente en que los mayores de edad pudiesen acudir a una piscina en franjas horarias muy concretas (y tras haber formulado una solicitud previa).
Un arreglo parecido le fue aplicado a la mitad de las medidas aprobadas por Sánchez y Sancho.
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