Hay un razonamiento sobre la existencia de Dios que ningún ateo puede rebatir. Éste gira en torno al momento de la muerte.
Las personas, cuando hacemos algo bueno, recibimos una recompensa sentimental a cambio de nuestra buena obra, experimentamos un destello de alegría que nos lleva a sentirnos bien con nosotros mismos.
Esta alegría o sentimiento de regocijo se llama “felicidad”, aunque no alcanzada en su plenitud, por lo que habría que hablar de cierto “grado de felicidad”.
En base a esto, cabe considerar que si damos la vida por alguien, con la llegada de la muerte, dejamos de sentir esa ráfaga de alegría por la buena obra acometida.
Por está razón, al no vernos ya recompensados por dicho acto heroico, deja éste de compensarnos para alcanzar un significativo grado de felicidad.
Por consiguiente, se convierte en imprescindible que exista una vida después de la muerte para que nos compense morir por otros, una recompensa que nos premie e incentive tamaño acto de heroicidad.
Te recomendamos reflexionar detenidamente sobre lo que acabas de leer.
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