La lucha contra el cáncer humaniza, convierte en solidarios a quienes antes eran egoístas.
La lucha contra el cáncer es un revulsivo contra el individualismo. En cuanto alguien que va a su bola se entera que otro lo sufre se vuelve tremendamente cariñoso.
Esto es una prueba de que las personas son buenas en el fondo de su corazón, pese a que su coraza de egoísmo y debilidad impida, muchas veces, penetrar hasta el mismo.
Esto pone de relieve que el hombre no es malo por naturaleza, al contrario del parecer tremendista de Hobbes, sino que tiende al bien, aunque su bondad sea gravemente eclipsada por su egoísmo y debilidad.
También, desmitifica la inocencia de Rousseau, que pensaba que el hombre es bueno por naturaleza.
La más certera y equilibrada visión sobre la maldad y bondad del hombre es la cristiana, que revela que somos pecadores, personas que tendemos a Dios, al bien, a la verdad, pero con una enorme facilidad para sucumbir ante la tentación.
Si el hombre fuese malo, como teorizó Hobbes, no se volvería caritativo con el cáncer u otra miseria. Tampoco, tendría la necesidad de autojustificarse, puesto que no le haría falta al ser netamente malvado. Ni siquiera hubiese construido hospitales, ni se levantaría por las mañanas a trabajar.
Si el hombre fuese bueno por naturaleza, como bosquejó Rousseau, nunca sería egoísta y débil, viviría sin pecado original, como Adán y Eva en el corazón del Paraíso.
Por todo esto, la visión más equilibrada y atinada es la cristiana: somos pecadores con sed de Dios y hambre de hacer el bien, pero sin dejar de ser ferozmente pecadores.
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