Mientras tres niñas enfilaban el camino hacia el río Gave, en búsqueda de leña, una de ellas, Bernadette de Soubirous, escuchó un murmullo.
Al torcer la vista, persiguiendo con sus ojos dicho ruido, Bernadette tuvo la dicha de contemplar a una mujer con una túnica blanca, una banda azul y un Rosario pendiendo del brazo, y juntas lo rezaron con inefable fervor.
Se trataba de la Virgen María, Quien, a lo largo de las sucesivas apariciones, le insistió en embarcarse en una vida de total entrega a Dios y en la necesidad de rezar el Santo Rosario.
También, incidió en la urgente necesidad de que la humanidad rezase el Rosario cuando se apareció a los pastorcillos de Fátima, poco más de medio siglo después, en 1917.
Entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, se produjeron 18 apariciones, las cuales Santa Bernadette de Soubirous tuvo la inenarrable fortuna de experimentar.
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