Noticia de historia (Milagro de Empel: 6, 7 y 8 de diciembre de 1585, este último Día de la Inmaculada Concepción)
Mi otro gran cuadro, dibujado en 1590, trata el acontecimiento del Milagro de Empel.
Con estos acontecimientos parecía que larga gloria depararía a nuestro imperio, parecía que Dios estaba de nuestra parte.
Crónica narrada por Don Francisco Arias de Bobadilla. 5.000 gloriosos, heroicos e incluso místicos soldados de Cristo y del imperio se hallaban sitiados en la isla de Bommel, en pleno río Mosa y en pleno diciembre, con el tormentoso clima adverso.
El rival, en este caso, adiestrado en el arte de la guerra, Don Felipe de Hohenlohe, nos tenía sitiados y como a fin de cuentas, este es su país y es su territorio, iba a proceder a la apertura de un dique con el fin de inundar la isla y sellar nuestro destino fatal, muchos de nosotros habíamos cometido pecado mortal de impureza total arrastrados por nuestras más bajas pasiones y temerosos nos encontrábamos de descender a los infiernos.
Cuando ya parecía que iba a abrirse el dique, nosotros, tercios victoriosos, procedimos a cavar trincheras, para ver si algo hacía frente a la inundación.
¡Qué gran visión fue cuando descubrimos enterrada una tabla flamenca de la Inmaculada Concepción, nuestra Madre protectora!
Esta tabla, creación y obra del enemigo, fue nuestra protectora y nuestra intercesora por nuestros pecados cometidos.
Al abrirse el dique, gélida corriente apareció helando todo el río ipso facto, ¡Háyase visto semejante milagro!
Tras la protección maternal de nuestra Virgen, ahora, parecía que llegaba la cólera divina y al helarse el río Mosa, los tercios sitiados vadearon el ya helado río y arremetieron como lobo íbero hambriento y furioso contra toda oveja calvinista, tal fue la furia española desatada que toda la guarnición holandesa fue arrasada mientras que ningún tercio español murió, parecía una pelea entre lobos íberos frente a ovejas merinas, ¡Y que Dios se apiade del alma de nuestros enemigos pues cayeron bajo la furia hispana!
Y que se apiade del noble Don Felipe de Hohenhole, pues él mismo afirmó que Dios debía ser español al obrar semejante Milagro.
¿Qué reflejé en el cuadro? Reflejé de fondo, una tabla flamenca de la Inmaculada Concepción subida en un improvisado y fangoso altar a la par que ya ha quedado el río helado y como estos tercios, van formando en manada y a la galopada sobre este gélido río hacia su enemigo, quise reflejar la furia en su rostro, pero a su vez su seguridad, ya que sabían que Dios se había puesto de su parte.
Quise reflejar el desgaste en sus botas, de sus capas, de sus húmedas calzas; de infortunio aspecto, pero de elevación de alma, bajo la presidencia de la Virgen, a su vez reflejo como un diminuto rayo de sol cae sobre ella frente a la hostilidad climatológica, hostilidad que a la postre resultó ser nuestra salvación.
Este cuadro fue el favorito de Felipe II, de los que yo pinté claro está, la competencia era demasiada, aunque convencido estoy de que el rey lo tendría entre uno de sus preferentes.
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