Hoy, es el día mundial de las personas con discapacidad, y quiero compartir con vosotros una reflexión desde la filosofía, no quedarme en hacer una proclamación retórica meramente bonita, emotivista, sentimental.
El auxilio material que nosotros prestamos a las personas con discapacidad les ayuda en su CÓMO vivir mejor, pero ellos, al hacernos más desprendidos, dan respuesta a algo mayor: a PARA QUÉ estamos aquí.
Esta reflexión nos permite percibir que el hombre no solamente necesita auxilio material (CÓMO vivir mejor), sino aliento espiritual (PARA QUÉ estamos aquí).
Por algo, Antoine de Saint-Exupéry nos transmitió, a través de su novela El Principito, que las cosas verdaderamente importantes se comprenden con los ojos del corazón.
La obra El Principito describe un hermoso desierto, e incide en que con el conocimiento material somos capaces de comprender cómo está compuesto, formado, pero que los ojos del corazón nos llevan a conocer la hermosura de los elementos del paisaje, la belleza que atesoran unidos, algo que trasciende a la materia.
Por consiguiente, ¿Acaso no somos nosotros los que les necesitamos a ellos? Es una reflexión que solamente se comprende con los ojos del corazón.
Esta reflexión es extensible a otros terrenos. Por ejemplo, al de las personas envejecidas, que no pueden valerse por sí mismas y que se encuentran en un estado de incapacidad e inactividad parcial o total.
Desde un punto de vista utilitarista, de la utilidad a toda costa, estarían sufriendo inútilmente y nos estarían haciendo perder el tiempo a nosotros, pero, si somos capaces de entender las cosas con los ojos del corazón, captar la esencia de la vida y cerciorarnos de PARA QUÉ estamos aquí, que estos mayores conserven su vida es arrolladoramente útil, porque nos prestan un servicio impagable: el de depurar nuestra alma, el de perfeccionarnos como personas.
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