Os cuento brevemente la preciosa historia de Santa Casilda de Toledo, cuya conmemoración tiene lugar en un día como hoy. Esta heroína del siglo XI, de vivir en 2020, se hubiese jugado el pellejo por salvar la vida de las personas con coronavirus.
Nos retrotraemos un puñado de siglos atrás, en concreto, al XI, para toparnos con la joven Casilda, hija de un rey moro de Toledo llamado Almadún o Almacrín.
Este vil e inclemente monarca tenía las mazmorras trufadas de cristianos arrestados por sus lacayos.
La pequeña Casilda, en un arranque de bonhomía y misericordia, decidió llevar regularmente viandas a los desventurados cautivos, las cuales portaba debajo de su falda, para que nadie le viera.
El pérfido monarca, tras sospechar que su hija estaba proveyendo de comida a los presos cristianos, le preguntó sobre lo que escondía bajo su falda y ella le replicó que “rosas”.
Acto seguido, extendió su falda y se produjo un milagro: aparecieron rosas en vez de alimentos, que es lo que escondía debajo de la misma.
Unos días después, la tierna y bondadosa Casilda cogió una infección grave y dolorosa. Dada la impotencia de los médicos para curarla, fue conducida hacia las aguas milagrosas de San Vicente, en Castilla. Su periplo hasta allí no fue en balde: los dolores y la enfermedad desaparecieron.
Ella se convirtió al catolicismo y entregó su vida a Dios en celibato, acercando almas al Señor y ayudando a los demás.
Último apunte: Casilda en árabe significa “poesía”.
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