Hubo una serie de católicos ejemplares que fueron determinantes en la aprobación del voto femenino.
El Papa Benedicto XV ya animó, en el año 1919, a la participación activa en política de hombres y mujeres, además de incidir en espolear la aprobación del voto femenino.
La Beata Hildegard Burjan fue la primera mujer del Consejo Municipal de Viena, en 1919, además de la número uno en pasar a ser Diputada a nivel nacional, un año después que su primer cargo público de renombre, en 1920.
El Cura italiano Luigi Sturzo hizo, en 1917, un alegato por escrito favorable al sufragio de las mujeres, año en el que casi nadie debatía sobre este tema. Poco después, en 1919, se erigió como cofundador del Partido Popular de Italia, de inspiración democristiana, y en nombre de dicha formación, pidió la aprobación del voto femenino. Se logró que fuese legalizado un puñado de lustros más tarde.
La Sierva de Dios Dorothy Day fue detenida y llevada a prisión en 1917, por protestar frente a la Casa Blanca a favor del voto femenino.
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