Tal y como recogen numerosos archivos y documentos históricos del Vaticano, en la mitad del siglo XVI, la Virgen María se le apareció cuatro veces a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro guadalupano del Tepeyac y le ordenó que informase de lo sucedido al entonces Obispo de México, Juan de Zumárraga.
El Obispo Juan de Zumárraga, con un virtuoso sentido de la prudencia, comenzó por no creer a Juan Diego, hasta que en la cuarta y última de las apariciones, la Virgen María le ordenó que guardase en su tilma, prenda que utilizaba para cubrirse, unas flores cortadas del cerro del Tepeyac.
Juan Diego se presentó por cuarta vez consecutiva ante el Obispo Juan de Zumárraga, abrió su tilma, de la misma cayeron las flores cortadas en el Tepeyac, en una época del año en la que no podían emerger esta clase de plantas en dicho cerro, y en la misma tilma, apareció impresa la imagen de la Virgen María con un estilo de bordado imposible de realizar a nivel humano.
Pero esto no acaba aquí, sino que no ha hecho más que empezar. Monseñor Eduardo Chávez y Carl Anderson, en su libro Nuestra Señora de Guadalupe: Madre de la Civilización del amor, revelan un sinfín de pormenores que dejan sobradamente claro que no se pueden probar científicamente.
Explica Monseñor Eduardo Chávez, en su magnífica obra, que no tiene una explicación científica que el material de la tima de Juan Diego tenga una duración aproximada de 8 años y que lleve cerca de 500 años intacta, como si el tiempo no hubiese pasado por encima, por debajo, ni por el centro de ella. A esto, cabe añadir que la tela estuvo expuesta 116 años sin ningún género de protección y que, aún así, no sufrió daño alguno.
Monseñor Eduardo Chávez revela que, en 1666, un equipo español de expertos de arte sentenciaron que sobre una superficie tan tosca como la tilma de Juan Diego no pudo haber sido pintada una imagen de tal perfección, y que la única razón que explica este fenómeno se llama Dios.
Este libro, también, explica que, en 1785, se hizo la prueba de derramar ácido sulfúrico sobre la tilma de Juan Diego. ¿Cuál fue el resultado de este experimento? El lienzo no quedó lesionado, sino que tan solo dejó una mancha opaca sobre la imagen.
Otro dato a tener en cuenta que muestra este libro es que, en 1921, en plena ebullición de la famosa persecución religiosa de México, un desdichado puso una bomba a los pies de la tilma. ¿Qué sucedió tras la colocación del artefacto explosivo? El altar, el crucifijo de la iglesia en la que se encontraba y los candelabros quedaron hechos añicos, pero ¡La tilma no sufrió ningún rasguño!. Y todavía, quedan unas cuantas anécdotas más.
El libro cuenta que, en la imagen de la Virgen María impresa en la tilma de Juan Diego, hay 46 estrellas colocadas de una determinada manera. Pues bien, tanto el número como la posición de las mismas y de las constelaciones coinciden con las que se veían en el cielo sobre la ciudad de México en la fecha exacta del día en el que la imagen de la Virgen quedó grabada en aquella tela, el 12 de diciembre de 1531.
Otra sorprendente causalidad irrefutable a nivel científico explicada en el libro de Monseñor Eduardo Chávez: el Doctor Phillip Callahan, en 1979, tras tomar hasta 40 fotos infrarrojas de la estampa de la Virgen María impresa en la tilma de Juan Diego, concluyó que esta imagen no ha podido ser creada por humanos.
Otra alucinante causalidad indemostrable desde un punto de vista científico es que, después de que se digitalizasen las imágenes de las que he hablado en el párrafo anterior, se descubrió que, extendiendo el zoom a las pupilas de la estampa de la Virgen María, se pueden ver a 13 personas en el reflejo de sus ojos, imposibles de haber sido pintadas puesto que su tamaño es remarcadamente microscópico, ya que, como acabo de señalar, se han logrado apreciar tras extender el zoom hasta ellas de manera digital.
Aún no he terminado. El libro, también, recuerda que, en 1950, varios oftalmólogos examinaron los ojos de la Virgen María estampada en la tilma de Juan Diego, y todos coincidieron en que los ojos tienen las mismas características a las de un ojo humano vivo.
Último dato que te dejará anonadado: la tilma se conserva a una temperatura constante de 36,5 grados, la misma que la de un cuerpo humano en las mejores condiciones de salubridad, y eso teniendo en cuenta, para colmo, que está colocada sobre una placa metálica que se encuentra en torno a unos 15 grados.
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