En Viernes Santo, es obligatorio tanto el hacer ayuno, como llevar a la práctica la abstinencia de comer carne, por lo que el jolgorio que rodea a las Procesiones no dispensa a los cristianos de vivir el verdadero espíritu de la Semana Santa.
Es pecado mortal o grave anteponer la diversión alimenticia al doloroso significado de este día, que es unirse a la Pasión de Cristo. El folclore no es excusa para pecar y ponerse hasta la bandera de jamoncito no es la mejor manera de adherirse a Jesús en el Sacrificio de la Cruz.
Según los prestigiosos portales católicos EWTN Noticias y Aciprensa, “a partir de los 14 hasta los 59 años de edad, los católicos deben practicar la abstinencia todos los viernes del año en honor a la Pasión de Cristo, a menos que este día coincida con una solemnidad; en el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo”.
El canon 1249 de Derecho Canónico recoge literalmente que “para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad”.
El Canon 1253 manifiesta que cada Conferencia Episcopal puede determinar los modos de observar el ayuno y la abstinencia, así como “sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad”. Ahora bien, no es el caso de la Conferencia Episcopal española, por lo que no está justificado, dentro de España, reemplazarlos por distintos modos de penitencia.
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