Sobre el autor: Doctorando en ingeniería (UPM), arqueólogo (UCM y Universidad de San Luis), antropólogo (Universidad de San Luis), investigador en la Cátedra de Tecnología de la Madera (UPM), Community Manager de la clínica MEDYR, y editor y escritor en el blog: En la Carretera.
Texto del artículo:
Hoy en día, se ha afianzado la mala costumbre de usar el altavoz en público, faltando e invadiendo tanto la privacidad de las personas que nos rodean, como la de las que están al otro lado del teléfono.
A la gente, ni le importa el espacio personal de cada uno, ni tan siquiera el espacio personal de uno mismo.
Pero ese es un término mal entendido, ya que la realidad es que si uno no se preocupa de cuidarse a sí mismo, cómo va a poder cuidar a otra persona, ya sea una hermana, un padre, su madre, el abuelo, la pareja o una buena amistad.
Hay una frase en latín muy conocida gracias a una marca de zapatillas japonesa, que dice: Anima Sana In Corpore Sano; la cual significa “alma sana en cuerpo sano».
Es de vital importancia mencionar que para mí, la música a la que se refiere el filósofo no es necesariamente aquella en la que se usan instrumentos de cuerda percusión o viento, ni tampoco composiciones cantadas, sino más bien lo que cada uno necesite en cada instante de su vida diaria, la necesaria armonía del alma o espíritu. Me refiero a la dulce armonía descrita en Sweet Harmony, por The Beloved.
Cuando vamos en un transporte público, ya sea metro, tren, autobús o avión; o por el contrario en uno privado o incluso en la intimidad de tu casa. Considero que no debemos olvidar establecer los límites de forma clara.
Del mismo modo, los derechos de una persona terminan donde empiezan los de otra, y viceversa.
El espacio o burbuja personal es tan inherente al ser humano como su evolución y adaptación a lo largo de su existencia en este hermoso planeta que llamamos Tierra (aunque sea 3/4 partes de agua, es en la tierra donde ocurre la magia).
Como podemos observar en la obra maestra de Stanley Kubrick, Odisea 2001 En el Espacio, es precisamente ese momento en el que el mono coge el hueso en medio de su viaje interior hacia lo desconocido (su propia burbuja), el que es la clave para poder continuar el camino de la evolución presente y de la adaptación futura.
Tanto ruido y al final, Tanto ruido y al final, Tanto ruido y al final, La soledad. Pero para escapar de esa horrible y triste soledad, nos cuenta Eva Amaral; Apareciste de la nada como una ráfaga de luz cuando sostuve tu mirada, el ruido se apagó.
AUTOR: David Mortimer
Doctorando en ingeniería (UPM), arqueólogo (UCM y Universidad de San Luis), antropólogo (Universidad de San Luis), investigador en la Cátedra de Tecnología de la Madera (UPM), Community Manager de la clínica MEDYR, y editor y escritor en el blog: En la Carretera.
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