Los años 80 del s. XX son historia; sin embargo, como si estos fuesen la génesis de los tiempos modernos, es curioso cómo se resisten a desaparecer y qué gran interés suelen despertar por lo general.
La energía será algo básico por la mañana y desterrar los fantasmas de la apatía, la desidia y la mediocridad. Por ello, esta será la canción de una mañana de lunes de trabajo, mientras el yuppie se ducha; el acertado y endiablado ritmo de los New Order va como anillo para mantener ese ánimo devorador y motivar el instinto. No cabe duda de que al salir de la ducha se marcará un baile a ritmo de demoledor bajo, concisa batería y saxo coordinado.
Grupo sueco minoritario y alejado injustamente de la fama mundial que gozará de plena aceptación por su carácter exclusivo y selecto. Canción que escuchará en el iPod mientras se va dirigiendo hacia su jaula de trabajo perfectamente delimitada en simétricos rascacielos en donde no se puede ver el cielo, sino la vorágine del mundo capitalista. El elegante sonido electrónico supone una bendición para el susodicho y el mensaje de la canción es claro, habla sobre la dificultad de ascender en la pirámide y el frenesí de los tiempos modernos; lo cual denota sensibilidad artística.
Una vez ya aposentado en su habitáculo rectángulo de trabajo, puede que haga un merecido descanso tras unas 3 ó 4 horas de arduo, eficiente y consciente labor; y así, de un minuto a otro se ponga su iPod y casque el Communication de los Spandau Ballet, aun a riesgo de arrancarse en procaz baile al ritmo de la melodía a la vez que entona el estribillo: Communication, let me down! And I’m left here. Puede que los trabajadores correctos y poco desenfadados le pongan cara de asco al verle cantar solo, mas los atrevidos y fiesteros alabarán el gesto; y muy probablemente esa acción sea el inicio de una gran juerga posterior en los clubs de moda de la ciudad.
Tras el fugaz y frugal almuerzo de sándwich mixto y agua Perrier, puede que le entre un efímero estado melancólico y no pueda evitar poner la romántica melodía. El auténtico hombre de los 80, sea lo que sea, es sensible a las emociones y por ende, no puede evitar poner de vez en cuando, pues en la variedad reside el gusto, una balada de tal emocional época. De repente, echará su mente a volar y se imaginará cual caballero medieval en busca de su dama tras atravesar frondoso bosque. Evitará el cuestionarse el porqué de todo, por razones de eficiencia, mas realizará un interior alegato de llevar una vida mejor y de sentar definitivamente la cabeza; sin embargo, la marea canalla que le rodea le imposibilita de tal fin hasta nueva orden.
Una vez ya finalizada la jornada laboral, y tras haberse ganado el jornal, ahora llega la hora de la jungla nocturna y de todo lo que esta puede ofrecer. Por lo tanto, que mejor canción para este momento que el Relax de los canallas de Liverpool. Canción hedonista, despreocupada, activa, nociva… Pero que hay que poner en ese incipiente estado de euforia ante la aventura que se avecina con su billetera llena de billetes. Quizá tras el subidón, decida volver a la cordura y tirar para casa; pero el magnetismo de esa canción le impide tal propósito e irremediablemente empezará a tirar de lista para ver quien anda disponible, y fruto de esa cultura individualista, ¿quién o qué le impide irse solo y adentrarse en la selva nocturna pavimentada?
Además de las canciones citadas por el egregio autor de este artículo, desde El Diario de Colón, te recomendamos otras muy idóneas para todo buen ‘yuppie’, ‘killer’, ‘destroyer’, ‘workaholic’, ‘business animal’, ‘american psycho’, mago de las finanzas, mano turbina de los mercados, esnob corporativo y tiburón de empresa.
Para mover el esqueleto en derredor de los descollantes rascacielos, Sussudio y You can’t hurry love, del maestro Phil Collins, son opciones que nunca fallan.
True y How many lies, ambas de Spandau Ballet. Si quieres observar los rascacielos melancólico a altas horas de la madrugada, y balanceando una copa de güisqui solo, la canción perfecta es Steppin’ Out, de Joe Jackson.
La joya musical de la película American Psycho, llamada Hip to be square, de Huey Lewis and The News. También, Blue Monday, de New Order, que es la que ha recomendado el insgine autor de este artículo para amanecer flamante de energía. Y por último, Mrs. Robinson, el hito de Simon & Garfunkel, pero en su versión modernizada y movidita de El Lobo de Wall Street.
Si te vas de viaje de negocios o destinado a trabajar a Hong Kong, Shanghái, Tokio, Singapur o similares, es fundamental que escuches y veas el «videoclip» de Highly Strung, de Spandau Ballet.
Si te vas de viaje de negocios o destinado a trabajar a algún paraíso exótico de Hispanoamérica, no puedes despegar en el avión sin haberte hecho adicto a Samba de Janeiro, de Bellini. Es excepcional para bailarla con un camisa hawaiana de millonario excéntrico.
Para saborear el éxito de un áureo y resplandeciente ascenso, y a su vez, regodearte en el mismo, es imprescindible que hinques la rodilla ante algún «temazo» de Talking Heads. Si quieres celebrar tu triunfo «de relax», necesitas sumergirte en la melodía de This must be de place, elegida como la canción máter de la película Wall Street, protagonizada por el celebérrimo Michael Douglas.
Si pretendes celebrar tu ascenso de cuelgue y paranoia, te recomendamos otro «Quijote» musical de Talking Heads, titulado: Once in a Lifetime. Su videoclip es de los más locos que mis ojos han podido vislumbrar en sus 32 años de singladura visual; locura máxima.
Si quieres jactarte después de haber trepado hasta la cúspide de un negocio, no hay mejor inyección musical que Push it to the limit, de la película Scarface (también, es altamente recomendable contemplar el «videoclip», para mimetizarte adecuadamente con las emociones de victoria).
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