En El Diario de Colón, aborrecemos la eutanasia en todos los supuestos, renegamos de ella bajo cualquier circunstancia, porque creemos que el asesinato de inocentes jamás está justificado.
De hecho, estamos convencidos de que legitimar moralmente la eutanasia, al arrebatar a las personas la conciencia de que matar a un anciano debilitado está mal, termina trayendo consigo numerosos casos de acabar con la vida de moribundos de salud recuperable.
Si este crimen deja de verse como algo malo, se acabará realizando bajo un amplísimo elenco de circunstancias.
Es lo que, por ejemplo, está sucediendo en Holanda, donde muchas personas mayores huyen del país en su ancianidad por miedo a que, a la primera de cambio, les practiquen la eutanasia.
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Al margen de esto, clama al cielo no sólo el hecho de que intentasen practicar esta atrocidad a un anciano, sino que, para colmo, lo hiciesen cuando su salud era recuperable.
Por esta razón, ha sido recientemente condenado un médico de un hospital de Burgos, el cual ostentaba un cargo de renombre en el centro de salud.
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El citado doctor diagnosticó al anciano una neumonía que le causaba insuficiencia respiratoria. A la sazón y sin el consentimiento de ningún familiar, le retiró, por sus pistolas, toda medicación, además de practicarle una “sedación paliativa” con cloruro mórfico, midazolam y suero glucosado.
La misma tarde, otro médico le retiró la sedación a petición de su familia y se le restauró la medicación en aras de combatir la neumonía.
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Unos días más tarde, dieron el alta a paciente y un mes después, murió, pero no a causa de la neumonía diagnosticada por el desaprensivo médico, sino por un infarto de miocardio.
Este nefasto episodio tuvo lugar a principios de 2015.
Estas son las consecuencias de intentar que la eutanasia sea una salvajada que esté bien vista.
