Recolectar más ‘me gustas’ en redes sociales no te convierte necesariamente en alguien más querido. Ni siquiera recabar un mayor número de votos en unas elecciones.
Voy a reconocer una realidad sobre mí que me puede hacer pecar de vanidoso, y es que muchas personas -sin una conexión directa entre sí- dicen que soy el puto amo. Es más, estoy acostumbrado a que grupos de amigos -e incluso familias- compartan mis artículos y hazañas en sus tertulias, para cubrirme de vítores, carcajadas y comentarios laudatorios. No me ha pasado una vez, ni dos, sino varias. ‘Molo mazo’, no lo puedo evitar; y no por ir de guay, sino por mi capacidad de ‘autoburla’ y de romper con los cánones establecidos.
¿Y con qué motivo he arrojado sobre ‘mi persona’ -como dicen los paletos engreídos– semejante cúmulo de flores? Uno, para hacer un poco ‘el notas’, sacar los pies del tiesto y reírme de mí mismo (y de mi circunstancia, como diría Ortega); dos, para demostrar que recibir mayor número de ‘me gustas’ en redes sociales no te convierte necesariamente en alguien más querido.
En primer lugar, porque muchas mujeres, a las que les pueden agradar tus publicaciones, no se atreven a obsequiarte con un ‘me gusta’, no vaya a ser que pienses que les molas (mi mujer, tan virtuosa en su sinceridad, me lo ha corroborado); de hecho, tengo más que comprobado que muchas aprovechan para cederte un ‘like’ cuando sales junto a más personas en una fotografía. Es verdad que hay varones muy dados a querer pensar que un emoticono femenino equivale a un guiño seductor, en aras de acrecentar su ‘autoestima’; y también, féminas un tanto neuróticas, que se ‘rallan’ y calculan demasiado.
En segundo término, porque a muchas personas -a las que no has visto recientemente- les da reparo ungirte con un ‘like’, por mucho que les guste lo que hayas publicado. Huelga decir que numerosos usuarios de redes sociales sólo ponen ‘me gustas’ a gente a la que bien, han visto hace poco, o bien, con la que mantienen un trato frecuente.
Una tercera causa de este fenómeno sociológico es que una fotografía que llama la atención -por estrafalaria e hilarante- puede tener mayor resonancia en la mente de los usuarios (y dar pie a un sinfín de comentarios y risotadas), pero menos personas dispuestas a obsequiarte con un ‘me gusta’; debido a que a muchos no les gusta verse, de algún modo, vinculados con la falta de normalidad. En otras palabras, una foto típica, normal, descafeinada, inane, anodina, puede acuñar mayor número de ‘likes’, lo cual no significa necesariamente que goce de mayor predicamento.
Una cuarta ratio de esta realidad es que abundan los usuarios que sólo se aprestan a brindar con un ‘like’ a aquellas publicaciones que han recibido, previamente, una cantidad considerable de ‘me gustas’. También, los hay que solamente te van poner uno en circunstancias muy excepcionales (como anunciar un embarazo o una boda, verbigracia).
Un quinto motivo que orbita alrededor de mi cabeza es que cuando uno es muy querido por su originalidad, también, corre el riesgo de no caerle en gracia a bastantes personas (por diversas razones). Así pues, aunque uno no reciba muchos ‘me gustas’, puede decir que los que ha recibido brillan como el oro y suenan como la plata. Un personaje se suele ver en la tesitura de tener que elegir entre ser aceptado -sin pena, ni gloria- por un amplio número de personas o gozar de la aceptación de menos, pero con una mayor resonancia y admiración. Parafraseando a Oscar Wilde, quien no es genial, carece de enemigos (en mi caso, ‘de críticos’, porque ni soy genial, ni soy importante).
Uno, porque me apetecía escribir sobre algo; dos, dado que es un tema de rabiosa actualidad, sobre el cual conviene esclarecer algunos aspectos (y desentrañar mitos que generan envidias, comparaciones, además de una acerada competitividad y frustración).
En síntesis, como me dijo, en una ocasión, un sabio un tanto bruto, severo y judicial, un ‘like’, en el fondo, equivale a un corte de manga, a un “me la sudas”. En el momento, me pareció un poco exagerado su punto de vista, pero, con el tiempo, le he terminado dando la razón.
Es más, considero que ganar unas elecciones, al implicar ‘gustarle’ a millones de personas muy diferentes entre sí, acarrea que te voten la mayoría de ellos “con una pinza en la nariz”. En otras palabras, no te ceden su papeleta por admiración, sino por resignación.
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