El show de Truman / Matrix / Ignacio Crespí de Valldaura / Jim Carrey
Hace escasos días, vi que compartían, en redes sociales, un vídeo de la película ‘El show de Truman’, lo cual ha sido el detonante que me ha espoleado a escribir este artículo.
En dicho hito cinematográfico, protagonizado por Jim Carrey (cómico y actor a partes iguales), se muestra un mundo artificial que fue expresamente diseñado para el citado protagonista. Se trata de un ‘reality show veinticuatro horas’ que gravita en torno al mismo. Todos sus familiares, amistades, allegados y viandantes con los que se cruza son actores (incluso su matrimonio es una farsa de índole teatral).
En un momento dado, el personaje interpretado por Jim Carrey ansía emprender un viaje a un destino muy lejano, hastiado de llevar décadas aislado en una pequeña y monótona isla. Su intento de atravesar los mares, en una anhelosa búsqueda de su paradero, es frustrada por el director del ‘reality show’, quien tiene el control de todos los fenómenos climáticos y atmosféricos de la bóveda artificial en la que el protagonista se halla encapsulado desde que nació.
Uno de los hechos desencadenantes de sus pesquisas es que percibe cómo su mujer se dirige a él, en multitud de ocasiones, como si le estuviese intentando vender un producto; algo que estaba haciendo de cara a los telespectadores de este ‘reality show’.
Otro de los factores que suscitan sus inquietudes indagadoras es que se dio cuenta de que casi todos los días se encontraba a las mismas personas a idéntica hora y lugar, como si lo que le rodeaba estuviese, de algún modo, programado.
Finalmente, el protagonista decide surcar los mares con la máxima de escapar del mundo artificial que intuía haber descubierto; y se dispone a hacerlo a pesar de que, un tiempo atrás, le cogiese un miedo insuperable a navegar, a causa de que el director del ‘reality show’ agitase adrede el movimiento de las aguas para provocar un pánico o fobia en el personaje que le impidiese aventurarse a descubrir el pastel.
Como aperitivo introductorio, cabe destacar que somos, de continuo, avasallados por anuncios, bien, segmentados conforme a nuestros gustos por los algoritmos de la red social en cuestión, bien, por los propios usuarios que tenemos agregados en nuestra lista de amigos.
Otra realidad a tener en cuenta es que las redes sociales son como un ‘reality show’ al que podemos acceder durante las veinticuatro horas del día, además de la posibilidad de participar activamente en el mismo.
Un tercer factor a tener en consideración es que el comportamiento de los usuarios a los que tenemos agregados es sumamente teatral, artificial, algo que puede despertar en nosotros sentimientos muy parecidos a los que tiene Truman.
Ahora, viene la guinda del pastel: el poder que tiene el director del ‘reality show’ para inocular miedos o fobias en el protagonista (a base de envilecer el oleaje cuando éste decide emprender una travesía en el océano); algo que, por cierto, nos puede ocurrir con relativa facilidad bien, por malas experiencias que hemos tenido con usuarios de la red social en cuestión, bien, por pánico a salir mal en una foto, a ser tachados de ‘frikis’ o a no recibir el aluvión de ‘me gusta’ proveniente de la mayoría, o bien, porque el algoritmo avive la intensidad de un temor que ya teníamos almacenado en nuestro subconsciente.
En este largometraje, hay una serie de personas, de carne y hueso, como tú y como yo, que son enchufadas a una realidad virtual a través de unas máquinas.
La cuestión es que todo lo que les sucede en este mundo virtual afecta a su vida real. Si les es propinado un puñetazo, escupen sangre por la boca desde el sillón en el que han sido conectados; etcétera.
Pues bien, en las redes sociales, sucede exactamente lo mismo: todo lo que nos ocurre en la pantalla, afecta a nuestra vida cotidiana.
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