Muchos somos los que estamos consternados ante la pérdida de Yeyo, el alma máter de Green, la petite discothèque más elegante de Madrid.
Yeyo fue un anfitrión a la altura de Floro y Cristina, quienes juntos formaron siempre un delicioso tríptico. De hecho, su legado continúa vivo en Green. Su huella indeleble del trato familiar hacia el cliente no perece.
Porque una de las notas diferenciales de Green con respecto a otras discotecas es que allí se hace sentir únicos a todos sus parroquianos. Es un lugar en el que te reconocen y te llaman por tu nombre si eres un cliente medianamente habitual. Esto es así dado que Yeyo era un maestro de lo que se conoce como «fidelización», es decir, la destreza de convertir en fieles a quienes apuestan por el bien o servicio con el que les obsequias. Y este legado, como he indicado ut supra, continúa vivo, gracias a las maravillosas personas que sostienen el timón.
Esto es posible, en cierto modo, debido a que no es una discoteca de vastas dimensiones, sino una pequeña arcadia para hacer société en formidables condiciones. Por eso, me permito calificar a esta noctívaga boutique como un baluarte o paradigma de lo que representa la empresa familiar.
Acostumbrados a idealizar y enaltecer los modelos de negocio de grandes superficies, cuando volvemos a edenes como Green y tenemos la dicha de tratar con alguien como Yeyo, Floro, Cristina, Paco, Domingo, Clifford o Pina, recuperamos la pleitesía hacia las empresas de tamaño familiar, el amor por el rincón del artesano.
Gracias, Yeyo, por brindarnos, y nunca mejor dicho, un sinfín de buenos momentos. Muchos somos los que rezaremos a Dios por el eterno descanso de tu alma. R.I.P.
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