COLUMNISTA: Ignacio Crespí de Valldaura Érase una vez un artista que realizaba todos sus quehaceres sobre la marcha, al albur de la intuición; su rutina carecía de calendarios y de normas; su creatividad no conocía fronteras de ultratumba; y navegaba siempre en el mar embravecido de la improvisación. Su genialidad era ostensible,