Columnista: Pepocles de Antioquía Es indiscutible que la velocidad trae consigo progresos formidables, pero colocar un altar ante la misma acarrea consecuencias devastadoras. El problema, evidentemente, no reside en su existencia (lo contrario supondría caer en una utopía rousseauniana impermeable a la evolución tecnológica y científica); lo perjudicial es sublimarla, enaltecerla, entronizarla, idealizarla,